La escucha activa como práctica educativa

Hoy quiero hablaros de las habilidades sociales, una cuestión que me parece muy interesante y que es de vital importancia para las relaciones interpersonales.

Aunque no tiene una definición única y determinada, podriamos decir que las habilidades sociales son un conjunto de conductas aprendidas de forma natural, que se manifiestan en situaciones interpersonales, socialmente aceptadas, y orientadas a la obtención de reforzamientos ambientales o auto-refuerzos. Es decir, que el hecho de que sean conductas aprendidas de forma natural nos indica que pueden ser enseñadas, por lo que está en manos de educadores, profesores y, por encima de todo, de la familia fomentar estas habilidades sociales.

La escucha activa es una habilidad social, y aprovechando que el otro día leí el siguiente articulo de opinión, he decidido compartir aquí el articulo y tratar el tema de la escucha activa de un modo más detallado.

Escuchar, práctica educativa

Uno de los problemas del estilo de vida de nuestra época es la falta de comunicación. Con este término coloquial nos referimos habitualmente a la ausencia de palabras entre personas: padres e hijos, profesores y alumnos. Los alumnos que sufrieron abusos en la escuela no se atrevieron a hablar con nadie. Los adolescentes encerrados en sus muros tecnológicos se recluyen en el mutismo. Los más pequeños, inmersos en múltiples actividades escolares y extraescolares, se dedican a hacer, mientras son llevados por los adultos a cargo de aquí para allá en un frenesí cotidiano sin espera. Los ancianos solos no tienen quién les escuche.

Para hablar hace falta escuchar, una disponibilidad existencial y singular que el mundo contemporáneo no fomenta ni apoya, que más bien no tolera en su imperativo por saltarse los límites, maximizar la sensación de competencia y voluntad de un yo fuerte que no necesite a nadie. Es difícil escuchar a los demás porque al darles la palabra nos debilitamos, concedemos parte de lo que somos, abrimos un margen de tiempo y un espacio dónde no ser nosotros ni nuestras cosas lo primero o lo más importante. Eso nos hace vulnerables.

Hoy día, poca gente habla con sus hijos o con sus alumnos no por falta de tiempo ni de buenas intenciones sino básicamente porque no es capaz de escuchar. Se trata más bien de hacer, de cumplir, de terminar, de negociar o de acordar. Sin embargo, ¿qué hace falta para escuchar, para dar la palabra? Hace falta no interrumpir con consignas, consejos o recomendaciones; hace falta abrir un momento de suspensión del hacer y sus juicios para dar paso al decir, en un movimiento que no suponga defenderse de lo que el otro pueda querer de nosotros. Sócrates fue acusado de atentar contra el orden de la ciudad por hablar con los jóvenes pero, sobre todo, por haberles escuchado de modo tal que pudieran reconocerse en su propio decir. Nadie sabe lo que dice hasta que otro le escucha acogiendo y dejando surgir las palabras. Sin control, sin censura, sin remordimientos, libremente.

Tal vez educar sería más humano si pudiéramos hablar un poco más pero, sobre todo, si pudiéramos escuchar como práctica educativa, sin trabas, tranquilamente, dejándonos en paz, lejos de la sombra del reproche o de la exigencia.

(Anna Pagès, profesora de la Facultad de Educació de la URL)

empatiaEscuchar activamente aquello que los otros nos dicen quiere decir tratar de ponerse en la piel del otro y entender sus motivos. Es escuchar los sentimientos de nuestro interlocutor e informarlo que nos hacemos cargo de nuestros sentimientos, aunque esto no signifique que estemos de acuerdo con su postura.

Para conseguir realizar una correcta escucha activa hay una serie de habilidades sociales que deberíamos poder controlar, y son las siguientes:

  • Eliminar posibles distracciones.
  • Establecer contacto visual.
  • Uso de un tono y volumen adecuado.
  • Reforzar el mensaje del emisor.
  • No interrumpir.
  • Concentrarnos en lo que dicen para poder resumirlo
  • Centrar las intervenciones sobre el mensaje emitido.
  • Controlar los silencios.
  • No juzgar, ni pre-juzgar.
  • Identificar los sentimientos del emisor.
  • Ser paciente.
  • Controlar las propias emisiones.
  • Etcétera …

Es mediante estas habilidades, con el ejercicio de la escucha activa, que desarrollaremos la competencia emocional de la empatía. La empatía es algo más que ponerse en el lugar del otro es porque además consiste en acompañar el estado de ánimo del otro y conducirlo al tuyo, por tanto nunca es “sustituir al otro”, es conocer su situación e ayudarle a mejorar.

Ya para finalizar, por si no os he convencido con las bondades de la escucha activa, aquí os muestro algunos ejemplos de sus «beneficios»:

  1. Aumenta la confianza en la persona y la convierte en una persona significativa, ya que hace sentir al interlocutor que alguien se preocupa por él.
  2. Ayuda a la otra persona a mantenerse abierta a soluciones alternativas a un problema.
  3. Aumenta la predisposición del interlocutor de escuchar a los otros.
  4. Reduce la hostilidad del interlocutor y crea un clima más favorable para la comunicación y la resolución de conflictos.
  5. Hace que el otro se sienta mejor
  6. Muestra un modelo de habilidad interpersonal, que será observado, y puede ser imitado.

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